lunes, 7 de mayo de 2012


«En Mondoñedo hay gente muy curiosa, casi todos (me incluyo)»


En todos los pueblos hay personajes y cada uno ve a los personajes de su pueblo como seres únicos, sostiene Carlos Díaz de Pablo (Madrid, 1966). «Pero creo que en Mondoñedo hay más personajes que en otros pueblos, gente extraordinariamente curiosa. En general, y me incluyo, es un poco curioso todo el mundo, no sé cómo explicarlo». A su padre, Pablo Díaz Juárez, veterinario, le destinaron a Mondoñedo en 1976; él tenía nueve años y ganó a un tiempo un pueblo y la libertad: «La integración fue muy fácil y rapidísima. En aquellos años todo el mundo estaba en la calle a todas horas (la población casi duplicaba la actual), en contraste con la vida de la ciudad».
El flamante pregonero de As Quendas apenas recuerda sus primeras ferias de As San Lucas, más allá de lo sorprendente que resultaba «aquella marabunta de gente». Como buen mindoniense lo asimiló en seguida como parte de su paisaje vital. Del IES San Rosendo, donde estudió, guarda buen recuerdo de Puchades, aunque lo suyo, dice, nunca fue el dibujo, o del profesor de Física, Palacios. «Mi intención, de siempre, era hacer Biológicas, pero el año que acababa COU empezaron la facultad de Veterinaria en Lugo», explica, y decidió seguir los pasos de su progenitor.
Durante la carrera, en vacaciones, le acompañaba, y nada más terminar empezó a cubrir sustituciones. Siempre ha estado ligado a la universidad, colaborando con el área de reproducción y obstetricia de Veterinaria. Durante cuatro años trabajó en la Granja Gayoso Castro, de la Diputación de Lugo, en un programa experimental para crear un rebaño de vacas (de carne y de leche) donantes de embriones. Y su tesis giró en torno a la transferencia de embriones en vaca rubia gallega.
El fin de su contrato coincidió con la jubilación de su padre. «Y mientras buscaba otra cosa, estuve seis años trabajando en Mondoñedo», cuenta, como veterinario clínico, «el que hace de todo, inseminar, atender una vaca enferma, un parto...». Los dos primeros años no paró, con servicios diarios de 24 horas, para afianzar la clientela, -«cuántas veces acababas de llegar a casa por la noche y tenías que salir a las carreras»- y después empezó a turnarse en las guardias con un compañero de Alfoz y otro de Lourenzá.
En 2001 pasó a gestionar el programa de reproducción de la Asociación de Raza Rubia Gallega (durante su estancia en Mondoñedo realizaba una función similar en una cooperativa de ganaderos de leche de A Pastoriza, con la que continúa trabajando). Y ahora se encarga, además, del control reproductivo en otra empresa.
Recién nombrado académico
Carlos ingresó este año en la Academia de Ciencias Veterinarias de Galicia, en la sección de medicina veterinaria. «Yo puedo aportar, sobre todo, una visión muy cercana al campo y al trabajo diario directo de un veterinario». Este mindoniense ha ejercido en un 70% de la provincia de Lugo, en algún tiempo en cuadras a las que se accedía a través de la lareira de la vivienda, durante su etapa en Mondoñedo; y ahora en explotaciones de 100 o 200 reses, con ganaderos «muy, muy profesionales y muy preparados» lo que, subraya, «cura la titulitis, si la padeces», y le obliga a mantenerse al día «para, al menos, ir a la par de ellos». «A mí me gusta este trabajo porque es la forma de estar activo», reconoce.
Este veterinario mindoniense ensalza a los ganaderos que, «en una situación al límite de la supervivencia, asfixiados, están haciendo una apuesta impresionante y son capaces de endeudarse y apostar por el futuro». Alude a profesionales que se han unido para compartir instalaciones, reducir costes y ganar calidad de vida -«de otro modo tienen 365 días de esclavitud absoluta»-. Y asegura que ya no hablan de «la Mareliña», sino de animales «rentables o no». «Hacen una evaluación del coste-beneficio y si una vaca no se paga la estancia en la explotación, se elimina». Él también contribuye, con su labor, a dignificar un sector «olvidado».

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